sábado, 14 de noviembre de 2009

DIVAS

Un poco de DIVAS, mi más reciente libro de cuentos. Al cual le estoy preparando una lujosa presentación, bueno algo digno para el libro.

Fragmentos de algunos cuentos... sólo algunos...

ELOISA


El suicidio de los mosquitos


“En un ojo abierto, en las fosas nasales, cuando mantienes la boca abierta por las noches. Por igual en los parabrisas de los automóviles, en los faros de estos mismos, al andar en busca del alimento de todos los días. Sin duda los mosquitos prefieren el suicidio al sentirse inferiores en este mundo, ellos que llegaron de un planeta lejano a poblar este que necesitaba de razas nuevas — se limpió el mosquito y la sangre que traía embarrada en las manos —.


Eloisa, la muerta.


Perdió el conocimiento en un par de minutos después de caer al agua. Diego no volvería a verla con vida, Eloísa fue tragada por el cráter cuando una corriente de agua la sumergió. Fue arrastrada hasta el río subterráneo que alimentaba el lago del cráter en aquellos días.




Castigo divino


Uno
Íbamos a recibir el peor de los castigos, eso nos habían dicho cuando nos llevaron a la dirección. Pocas veces nos portábamos mal, pero el encierro y el tedio de las clases, combinado esto con el insoportable calor de mayo bajo el chaleco de lana obligatorio, lograban que explotáramos como una olla de presión.




EL HOMBRE QUE NACIÓ DOS VECES


En una de sus largas caminatas la descubrió, una placa dorada que lo deslumbró al reflejar el sol intenso de verano. Se acercó cauteloso, fue una sorpresa ese destello cálido que le iluminó la mirada. Nunca antes había visto esa placa. “Debe ser de oro.” Pensó. Antes de alejarse de la vieja casona que se encontraba al sur de la ciudad, situada en el número trece de la calle La procesión. Fotografió la placa, iba a ser parte de su archivo histórico de El Escondido.




EL PAÍS DE LAS SIETE FUMAROLAS


Los hombres de las estrellas


Hubo un tiempo en el que los hombres andaban sin prisa, su destino se encontraba marcado por el ritmo de la tierra, por los latidos del corazón de la naturaleza. Bastaba con levantar la cara y dirigir la mirada hacia el horizonte para poder apreciar la grandeza de la vida por todas partes. Sabían del inmenso poder del planeta, por igual del que les llegaba del cosmos. El suceso más extraño, que los marcó para siempre, fue el olvido. Se olvidaron de sí mismos, de la misión que se les había encomendado. Con el paso de los años, de los siglos, perdieron la noción del tiempo, terminaron siendo prisioneros en la esfera de la rutina.

martes, 3 de noviembre de 2009

EL ASESINO DE COLORES

Desapués de un largo proceso, el día último del mes de octubre, terminé mi octavo libro de cuentos: DIVAS. Que a la vez es el número trece de todos los que he escrito, entre poesía, novela y cuento. Aquí un cuento para festejar este libro, un cuento de Tierra Húmeda, 2007.

El asesino de colores

Alguna vez en éste lugar, al cual tú has llamado rancho; aquí existió un hombre grande, con mucho dinero. Mucho dinero. Ese hombre, en un día de aquellos cometió un asesinato, tan brutal que la prensa internacional puso sus ojos en esta zona del bajío; en las Tres cruces. Nunca nadie había volteado sus ojos para éste lado de México, el más jodido. Ese hombre había hecho lo que nadie jamás en la vida había hecho, más brutal que cualquier otro que puedan ustedes nombrar. Fue tan horrible que tuve que aprender a olvidarlo y es por eso que ahora sólo recuerdo lo que les he dicho. Pero eso no importa, lo que pasó después sí.
Se lo llevaron a la prisión, pero a la de los locos. Ese fue su fin, ahí lo encerraron en una habitación totalmente gris, muy pequeña y fría. Un colchón viejo y roído por las ratas ocupaba todo el piso, a la vez le serviría de cama. “Aquí te quedarás para siempre”, le dijo el guardia. Sintió mucho miedo, sin embargo no lloró; antes de llegar a su celda el guardia le había dicho que había televisión. Y ahí la encontró, clavada en la pared. Al poco rato de estar ahí se atrevió a encenderla, se encontró con un televisor blanco y negro, las imágenes grises lo atraparon, ya nunca más pudo separar su vista de éste artefacto.
< Les dije todo, les conté como los colores me hacen volver loco; cometer locuras y ya lo viste que hasta maté. Todo por el color — exclamó feliz —, el color de su sangre; su carne que al morderla escupía más sangre colorada. Ahora ya no puedo verlos — dijo con tristeza —, a algún lugar huyeron, ¿a cuál? Pues pudo haber sido cualquiera. No lo sé y los extraño, he estado tanto tiempo aquí, observándote, que ahora mi piel es gris y mis ojos deben de serlo también. Tanto que me gustaba su color azul, como el mar, como el cielo; ese color tan puro. Es una lastima — una sonrisa diabólica se dibujó en su rostro —, ya esta perdida y cualquier cosa perdida no vale la pena.>
Un día pudo despertar de ese sueño larguísimo, mucho tiempo había pasado; perdió el cabello y muchos kilos; su cuerpo se había encorvado. Despertó desesperado, buscando sus colores, los de su mirada; maldiciendo a ese aparato obsoleto; buscando los colores de las cosas, pero no los encontró, ni los recuerdos con colores que alguna vez había tenido. Sólo esas plastas oscuras y deformes que andaban de un lado para otro. Ahí permaneció sin más consuelo que el de sus suspiros.
Y se preguntarán que pasó con él, y más tú que has dudado de la ficción pura de éste pueblo. Él estuvo encerrado allá en El escondido, con el paso del tiempo en su piel fueron brotando escamas grises y duras, para cuando murió su cuerpo era ya una gran roca. La cual un día apareció en éste lado, esa que ven por allá; con el tiempo ha crecido, ahora ya es un cerro. Cuando apareció todos quedamos sorprendidos, nos encerramos durante muchas semanas en nuestras casas, hasta que a alguien le dio bien por salir y fue él el que nos dijo “se ha cumplido la leyenda”, y tenía razón, la leyenda del cerro de la piedra y la piedras gris se había hecho realidad.
Y pues ya ven, sobre todo usted, las Tres cruces es un pueblo de cuidado. Ya les conté la historia del asesino de colores. ¿Les he hablado del bebe con cara de puerco, el que a su padre le decía con total cinismo “Apá, ya tengo yiente”, de ese sin vergüenza les he platicado? Pues ya es hora.

Octavio Gómez Ledesma.
11122007.

martes, 13 de octubre de 2009

El Escondido

Oculto en la consiencia de los hombres de mi tierra, que mía no es pues los caciques la han robado al pueblo. Oculto estoy en este sitio, en cual explota la ficción de todos los días de mi vida, soy capaz de entender lo que ocurre en ni entorno... no así lo que se apodera de El Escondio, con su ficción inalterable, su injusta realidad que es base de los acontecimientos que muchos llaman:"LOCURAS".

 
El Escondido

 La historia de estos pueblos comenzó hace ya mucho tiempo, mucho antes que las leyendas que ahora se cuentan. En aquellos tiempos se contaba una sola, pero escalofriante leyenda. Tanto era el miedo que se le tenía, que los padres educaban a sus hijos como a unos valientes y así tuvieran el valor para enfrentar dicha leyenda; lo que se convirtió en una tradición de mucho respeto.

“La fiel novia deberá ir a la presa de San Matías a la media noche del primer sábado del mes; permanecerá ahí toda la noche. Le contará a la presa una historia de amor. Después de eso, con la aprobación de la presa, deberá platicarle sus planes en el matrimonio, los hijos que piensa tener y lo fiel que le será a su futuro esposo.
Por su parte el novio, pasará esa noche flagelando su cuerpo con un látigo repleto de espinas mientras pide perdón por sus pecados cometidos a lo largo de su vida. No deberá mentir. Después irá a la casa de los padres de la novia, les pedirá perdón por llevarse a su hija y le obsequiará al padre diez monedas de oro, a la madre le dará dos vestidos nuevos. Esperará en casa de ellos hasta el amanecer, después se dirigirá a la plaza principal del pueblo. Ahí estará el cura, quien lo bendecirá y le otorgará la piedra de los lamentos. La cual deberá cargar en su espalda y llevarla hasta la presa, deberá llegar antes de la media noche del domingo.
Hablará con la presa para que se haga el cambio, la piedra por su futura esposa. A la cual cargará de regreso al pueblo para llevarla a su nuevo hogar. Después tendrá que regresar a la presa por la piedra de los lamentos y regresarla al pueblo, no sin antes agradecerle a la presa por toda la alegría que le espera.”

Así se contaba la leyenda de San Matías y la presa. Los pueblos de San Matías y el de La Cruz eran regidos por esta leyenda. Que durante mucho tiempo dictó las normas del orden y el respeto.
Pero un día todo cambió, la presa se enamoró de la bella novia que se encontraba contándole la historia de amor más hermosa que jamás había escuchado. Después escuchó sus planes y supo que era la mejor mujer que jamás había visto. La luna llena brillaba en lo más alto del cielo, una sonrisa se dibujo en el agua. El novio cumplió con su parte y llegó con la piedra de los lamentos hasta la presa. La novia se alegró al verlo, pues le daba miedo la sonrisa que se había dibujado a todo lo ancho de la presa. Él intentó convencer a la presa del cambio, pero ésta se negaba. Un susurro le decía “No te la llevarás, es mía”, pero él se la llevó. Dejando la piedra en ese sitio. De regreso sólo podía escuchar el lamento desesperante de la presa, después de un rato dejó de oírlo.
Llegó al pueblo poco antes del amanecer, ya todos los esperaban; la gente estaba feliz, pues había cumplido la tradición. “Ahora debes regresar por la piedra.” Le había dicho el cura. “No, no regresaré para allá, la presa ha querido quedarse con mi novia, no volveré.” “¡Sí lo harás o la maldición caerá sobre nosotros!”. Después de varias horas lo convencieron, salió del pueblo de La Cruz, pero no fue hacía la presa, se dirigió a San Matías y ahí se escondió durante muchos días. Hasta que la maldición le cayó de sorpresa.
“Lo inimaginable, lo que nadie puede llegar a pensar, esa será la maldición que caerá sobre los pueblos el día que no sea cumplida o respetada dicha tradición.”
Él se convirtió en piedra en el mismo lugar donde permanecía escondido. Sus padres lo encontraron hincado, como rezándole al cielo. Ella apareció dos días después, junto con otras dos cruces en la plaza principal de La Cruz, muerta bajo la cruz del atrio de la iglesia. Tras de ella las tres cruces. Desde ese día el pueblo fue bautizado con ese nombre; Las Tres Cruces y San Matías con el nombre de El Escondido.
Ahora todo lo que ocurre en esos pueblos vecinos a salido de las manos de la realidad. La presa de San Matías permanece con su lamento, devastador para aquél que tenga la desgracia de escucharlo.
Octavio Gómez Ledesma.
31122007.




viernes, 9 de octubre de 2009

EL ENCUENTRO

En uno de esos días en los cuales el pesamiento no puede detenerse, y escapa a sitios en los cuales jamás se había encontrado. Lugares dentro de sí mismo que le son extraños, de los cuales no sabía; no hasta ese momento.

Hace unas semanas me vi en la necesidad de buscar el porqué de mi insaciable insistencia y mí, al parecer, interminable incursión dentro de las letras. No como un literato, pues no lo soy. Entre todo lo que encontré en mi busqueda, pude ver a un niño que prefería estar dentro de algún relato fantástico que en la realidad misma, aunque esta fuera la principal creadora de estas fantasías. De igual manera me encontré con Adrían Vega, un amigo de la secundaria que ya fue al más allá para constatar de que la ficción es real, también me encontré con los que me han proporcinado su opinión acerca de esto que me inquieta. Ya por último recurrí a la opinión de los creadores reconocidos, los literatos, los que demabulan día, noche y toda su vida dentro del mundo de las letras, los que saben del porqué de tanta regla dentro de la literatura y de los estilos que se manejan; jamás respondieron, quizá tienen poco tiempo por encontrarse en la creación. Pero de ellos no recibí ni un sólo "algún día tendré alguna opinión" o talvés un "...retírate", cualquiera de estas o alguna peor o mejor me hubiera servido.
Entre tanto ir y venir y continuar con el camino, me encontré conmigo mismo. Al vernos de frente nuestra reacción fue tan simple y complicada, el que se decia ser "yo" sin mencionar ni una sola palabra, me dio su mano en un saludo honesto. Supe que él era el que se la vivía dentro del mundo que alguna ves no reconoció y en el que después se quedóa vivir, quizá por siempre. En un mundo de sueños, los mismos sueños por los cuales iba a morir...

Octavio Gómez Ledesma
9 de octubre de 2009

martes, 6 de octubre de 2009

SEPTIEMBRE

A unos días de haberlo pasado, a unos días de haberlo vivido, septiembre de 2009 y su otoño con las lluvias de verano...

Octavio Gómez Ledesma.
06102009.

CAMALEÓN

La extraña mutación de un niño de nueve años lo lleva a vivir en un ambiente muy diferente a los demás pequeños de su edad. Encerrado en su habitación o dentro de su disfraz de conejo. Su situación anormal tiene que ser tratada aparte de la sociedad que lo desprecia o con él se divierte... todo parecido con la realidad, creo que es pura coincidencia...



Camaleón

Mi cara ahora es redonda además de grande, antes parecía un cuadrado enorme y pesado que me deformó el cuello. En los últimos dos años mi cabeza ha crecido más, antes era como una caja, ahora ya no sé que parece pero es muy grande. No es redonda como una pelota, pero sí tiene muchas bolas por todas partes. Como las bolas de mis ojos que se han ido recorriendo hacia los costados, como los ojos de los becerros. Creo que terminaré siendo un camaleón. Tal vez es por eso que me han estado brotando pedazos de piel muy dura en la espalda.
Por las noches me da por salir al jardincito de mi madre, aunque ahora tengo que quedarme en la cama porque la puerta de mi habitación la cierran por fuera, las ventanas las han tapado con tabiques. Antes se acercaba mucha gente a verme; me tomaban muchas fotos, con ellos reía. Eso era antes, ya no, le han puesto tabiques colorados, no viene nadie a verme, la luz del sol tampoco entra.
Hay días que mi mamá me lleva al pueblo a pasear, me pone mi disfraz de conejo. Es muy divertido ir para allá, a la gente le gusta mucho mi disfraz. Los niños siempre van a mi lado preguntándome cosas acerca de éste, yo he querido prestárselos pero mi mamá no me deja. Primero me lleva con el doctor, un señor muy alto, él tiene el pelo blanco, esta muy flaco y siempre me regala paletas de dulce con chile. Después mi mamá me lleva al mercado, cuando estoy ahí me da mucha hambre, no sé porqué, será tal vez por los aromas frescos, y por los podridos también. Sobre todo el olor del jitomate podrido hace que me dé muchísima hambre. Por último vamos a visitar a mi abuela Esther, siempre termina llorando y me abraza mucho. A ella no le gusta que me quite mi disfraz de conejito, le gusta tanto como a mí. Luego me da su bendición con sus rezos que me provocan mucho sueño. Por último me regala una naranja agria, una bolsita con chile en polvo y unos chiles de árbol.
Ya de regreso en casa mi mamá me quita mi disfraz que me gusta tanto, y deja que me coma mi paleta picosita, mi naranja con chile y me prepara un caldo de verduras con mucho chile de árbol. Disfruto mucho esas comidas aunque pocas veces me las termino. Dice mi mamá que soy muy malo para comer a pesar que todo se me antoja. Cuando termino de comer me voy para mi habitación. Estando ahí lo que hago es leer, leo mucho, todos lo libros que me han regalado mi papá y mis tíos. Hay noches que no puedo dormir por estar leyendo, me la paso esperando a que salga el sol para poder salir de mi habitación y tomarme mi jugo de chiles.
Mi papá viene cada semana, aunque hay ocasiones que viene cada dos semanas. Él trabaja en El Escondido, yo nunca he ido para allá pero lo conozco por las fotos que él me ha mostrado, ya me dijo que ahora que me cure me llevará a que conozca la ciudad. Es por eso que me tomó todas mis medicinas y mis caldos con mucho chile. Mi papá me trae tamarindos picositos, también sabe que lo que más me gusta son los globos, cuando puede me compra uno. La semana pasada me trajo uno azul muy grande. Mi mamá lo amarró de un clavito en la pared. El globo es tan grande como mi cabeza, aunque sin las mismas bolas que yo tengo.
Hace poco yo parecía un globo, con mi cabeza grande y mi cuerpo flaco, ya no estoy así, bueno la cabeza continua siendo grandota pero he subido de peso. Quizá por eso prefiero estar de panza en el suelo y como siempre tengo mucho frío pues me muevo mucho. En algunas ocasiones mi madre ha entrado a buscarme y no me ve, tengo que moverme de mi lugar o me patea. La primera vez que no me vio la tumbé, yo me encontraba dormido en el suelo, al no verme por ningún lado comenzó a caminar como desesperada y se tropezó conmigo. Ahora ya entra con una vara larga con la cual le pega despacito al suelo, me hace muchas cosquillas cuando me golpea en la espalda, ha de ser para que me despierte.
Durante el día duermo más que por la noche. No sabía por qué hasta ayer que me puse a pensar que en el día no hay cucarachas, ni arañas, ni alacranes, a los grillitos no me los como. Las cucarachas están más buenas, los demás insectitos también pero las cucarachas son mis favoritas. En mi cuarto hay muchas así que por las noches como mucho, con chile están más buenas, crujientes, con relleno saladito…
  Espera, creo que me has platicado suficiente — el médico tomó su bolígrafo e hizo anotaciones en su cuaderno —, tienes muy buena memoria, eso me alegra.
  Él esta consiente de su condición — exclamó su mamá —.
El médico se levantó de la silla, de su escritorio tomo un libro grande, lo hojeó y se los mostró.
  Esto es su hijo o puede llegar a serlo, yo les recomiendo que lo dejen aquí con nosotros en el Instituto, aquí recibirá el mejor trato por parte de todo nuestro equipo y además de recibir una buena educación tendrá muchos amigos como él, aquí nadie va a rechazarlo. Ustedes podrán visitarlo los días que gusten.

Israel ahora vive en el Instituto, en donde hay niños como él. Y aunque en veces extraña mucho su cuarto, las cucarachas crujientes y saladitas, su disfraz de conejito y a sus padres que siempre lo procuraban; ahora tiene amigos. Unos con orejas muy grandes, otros con panzas enormes y ojos saltones. Algunos ya son insectos o roedores. Él no sabe bien que es.
  Parezco un camaleón y cuando me detengo nadie me ve.

Octavio Gómez Ledesma
23112007 




viernes, 2 de octubre de 2009

ESTAS CACHONDA Y YO ACÁ

Un verso cacomorfeado que nace el mismo día que "Pantaloncito Gris" (precursor de estos versos cacomorfeados), el cual ya subí al blog hace unos días.
"Estas cachonda y yo acá" es parte de un nuevo libro que nació en marzo de este año mientras viajaba en el metro de la Ciudad de México, durante mi estancia de seis meses en aquella ciudad.

Estas cachonda y yo acá.

Ya va a llegar la mañana, tu
Acurrucada en nuestro nidito de
Amor, el sol no va a desnudarte,
Sabe con quien se mete.

Estas hermosa y yo en el odio,
El pánico de todos estos días.
Palabras que no sobran, caricias
Como palomas mensajeras.

Te manoseo en recuerdos, y esa
Mano larga tuya que
Dócil no se comporta, larga
Como tu mirada lasciva.

Tu tan cachonda y yo acá.

Octavio Gómez Ledesma.
Marzo de 2009.

SHAKIRA

Olvidar es darnos la espalda a nosotros mismos... 2 de octubre...



SHAKIRA

Por todas partes andan las ratas, corriendo en las cañerías, esperando el momento justo para hacer su triunfal aparición en la casa y tomar por vivienda el viejo refrigerador. Heredándolo después de habitarlo durante un tiempo.
Aunque creo que en esta ocasión no volverá a ser así.
Shakira, su ultima habitante, la bruta, ciega y sordomuda, la terrateniente del barrio de la plaza de los Ángeles. La que coordinaba las acciones a seguir en el mismo, madre de cientos, quizá de miles de roedores habitantes de las cañerías. Ella que talvez pobló la ciudad entera en sus años jóvenes.
Shakira, la gran rata vieja que era ciega y sordomuda un día salió de sus cañerías, para ver el porqué tanta pelea y discusión por el mentado refrigerador. Llegó al número catorce del callejón de Privada de Yuriría y muy quitada de la pena, gracias al respeto que en los bajos mundos tenía, anduvo por la casa, burlando a los humanos que en esta misma habitaban, carcajeándose de sus trampas venenosas; se la pasó acondicionando el depa (refrigerador) para pasar en éste un glorioso fin de semana, quizá dos, aunque un buen periodo de vacaciones no le vendría nada mal y con estos muy merecidos días de descanso, reorganizar su cabeza y las cuestiones del barrio.
Shakira, la grande, escogió un mal destino para vacacionar. Un día murió a patadas mientras se dirigía a un baile en la zona sur de la cañería del barrio. A su avanzada edad había olvidado que debía andar con cuidado en el país de los Gigantes…
Octavio Gómez Ledesma.
02102009.

martes, 29 de septiembre de 2009

HUESOS

Febrero de 2006 se presentó en mi vida como un cambio al mismo estilo de A.C. y D.C.


Huesos


Lago, playa – cacahuates con chile y limón – huesos y cruz – niña con chupón – silla roja – silla roja – anuncio en carretera – perro ladrando – cabeza de res – cacto – viejos caminando – manos jalando un laso – señora con niña en brazos.


El calor de la playa comenzaba a desesperarme, además de que los pinches cacahuates se habían terminado.
   ¿No hay más botana? — pregunté —.
   Han tumbado la cruz — dijo Luz, la niña que desde siempre mascaba chupón —.
   He preguntado por botana, no por la cruz.
   Los huesos también están afuera.
Me levanté de la silla, roja, forrada de plástico. Un poco más y mi piel se hubiera desprendido. Caminé hasta la orilla de la carretera, la niña ocupó mi lugar, yo fui a ver la tumba.
Ahí estaba el perro del gringo Steve; snow. Del cual el mismo Steve aseguraba que se lo habían llevado los extraterrestres, los neptunianos para ser exactos. Pero él con hechizos de un buen brujo, logró traerlo de vuelta, convenciendo a los neptunianos de que era mejor una cabeza de res, que su perro, snow.
El perro me ladró, no hice caso a su amenaza y continué mi camino.
A mi paso me encontré con el cacto de don Simón y su esposa Sofía, que como todos los días salían de casa y caminaban trece kilómetros, tan sólo para ver su cacto. Del cual ellos aseguraban que era el espíritu de su hija convertido en un dios natural de poderes inimaginables. Aferrados a ese laso familiar y fantástico desde más de sesenta años.
Me detuve, “¿En dónde estas Esther? ¿Aún llevas a mi hija en brazos?


Octavio Gómez Ledesma.
02022006.

lunes, 28 de septiembre de 2009

PANTALONCITO GRIS

En el vagón no la vi, ni siquiera en el anden. Pero sí en esa estación, la Guerrero. Después se topó con la mirada perdida de un hombre con los pensamientos en lo más alto de su distracción. Después fui hacia Buenavista para poder tomar el vagón vacío y regresar a casa, cerca de la estación Ciudad Azteca (la ultima de la línea B, a una hora de ahí). Sí había miedo en su mirada, y creo que jamás vio en la mía el inicio de un escrito al cual nadie llamará poesía. Se bajó en Buenavista diez minutos después que yo, en el siguiente tren.

Pantaloncito gris

Volteaba a ver tu trasero,
Caminabas y eso me hacía
Levantar la mirada.
Tu trasero y esas piernas ricas.
Sabes moverlas aunque ya no las vea.
Preferiría verlas arriba,
En mis hombros.
Tu jadeando, yo también.
Así los dos hasta el final de la noche.

En eso pensé al ver tu
Trasero rico y la luna afuera,
Te espera la perversa.
Hinchada se encuentra desde
Ese día, también la luna.

Rico, rico. Huiste de mi,
Pensaste que por parecer
Perverso lo soy. Si solo
Observaba tu trasero, no iba
A tocarlo, no así como si
Fuera cualquier cosa.
¡Era tu rico trasero!
Ya no lo veré nunca más,
Te bajaste en buenavista.

sábado, 26 de septiembre de 2009

GIGANTES

Por mucho el cuento que más me gusta y hace unos meses cumplió cinco años... sé que con este hubiera ganado el concurso de cuentos de la Escuela de Diseño de la Universidad de Guanajuato (en verdad lo creo así), pero preferí enviar el de CACOMORFOSIS y gané (jeje), el cual por su extensión no lo he subido. Creo que tendré que hacerlo por partes.

Este se lo dedico a todos aquellos que se tomen un par de minutos para leerlo, y a mi por esa ficción tan principiante...

GIGANTES

Su madre lo vio desde la cocina paseándose por el patio, como siempre antes de cualquier otra cosa en el día. De un lado para otro, soltando frases incompletas que solo le servían para salir corriendo a emprender otra empresa estéril. Pero ahora era diferente, había olvidado sus pantalones de diario y sus camisas a cuadros, andaba semidesnudo luciendo unos calzones largos y un par de viejos calcetines rotos del talón.

Llevaba varias horas así, su madre no se preocupó, era normal verlo cada lunes con ese ajetreo desesperante y por todos esperado con ansía desde el último viernes, cuando se sentaba bajo el limón a llorar su último fracaso.

Milagros García, una señora de edad avanzada, grande y fuerte, con el paso lento de quien ha luchado a diario en la vida. Ella siempre dispuesta a arreglar la vida de sus hijos con un jalón de orejas, aunque con Joaquín actuaba de una manera distinta, siempre otorgándole la libertad y paciencia que él necesitaba. Nunca había escuchado un “no” de respuesta salir de su boca sabía, en cambio usaba los pretextos y mil explicaciones.

Lo mejor que podía pasarle en la vida era verlos irse al cielo en medio de una luz azul para nunca más regresar. Hablaba con todos de lo mismo, de las docenas de hijos que se le habían ido levitando hasta perderse entre las nubes.

“Con Joaquín es muy diferente” pensaba ella, le había cambiado de opinión acerca de recibir la instrucción militar que él había deseado desde pequeño, “No deseo un guerrero intergaláctico” les escribía a sus familiares lejanos y olvidados. Lo convenció de abandonar la escuela poco después de que aprendió lo básico: leer, escribir y hacer las cuentas elementales para poder llevar adelante un negocio pequeño, “No quiero un primer ministro del Rey en Bel-o-Kan y mucho menos un Virrey en Molk, tierra de bárbaros y asesinos.” Lo fue retirando de la religión, “¿En los templos de Gaux? Deberías conocer más acerca de esos hombres siniestros.” Lo único a lo que no puso una sola excusa y además porque las leyes lo obligaban, era al trabajo. Y él había decidido ser su propio jefe, algo en lo que su madre estuvo de acuerdo, porque de esa manera nadie se lo llevaría a alguna mina sulfurosa en algún rincón lejano de la galaxia.

Aunque siempre se interesó por las cosas que había hecho su hijo, en esta ocasión ni siquiera lo llamó para que comiera cualquier cosa. Era bueno verlo descamisado y en calzones, talvez ahora sí aceptaría su destino, le era permitido hacerlo. Esperar su destino en donde él se sintiera más cómodo. Así eran las leyes que lo obligaban a trabajar casi como un esclavo o lo dejaban esperar su fin, si él lo decidía; de cualquiera de las dos formas su cuerpo era comida para el Imperio. El destino que él había rechazado desde su mayoría de edad. Prefería trabajar y pagar la mitad de sus ganancias como impuesto de vida, con la libertad de no ser perseguido por los depredadores colmilludos del Imperio. Pero después de tantos años de trabajos “estúpidos”, tantos más de empresas estériles, de llantos de fin de semana, por fin pensaba en retirarse, sin más que la tranquilidad de la espera del destino. Y por eso su madre sentía una leve alegría dentro de su pecho, porque el destino es parte de la vida.

Ahora ya no lo veía y por largo rato no lo vio, hasta que el quejido de sus plantas apetitosas le llamó la atención, lo vio arrancando las hojas y devorándolas tranquilamente, con la paciencia de quien espera lo que desde siempre se conoce. Su madre se pegó a la ventana y lo vio mutarse, dos enormes colmillos en forma de tenazas curvas le brotaron junto a la boca. Él continuó tragando hojas. Milagros jaló un banco, se acomodó en éste para poder apreciar aquel espectáculo único. Necesitaba el mejor ángulo para ser testigo de la metamorfosis de Joaquín.

El cuerpo se le fue alargando, sus gritos se agudizaron a tal grado que terminó lanzado un agudo chillido. De los costados de su cuerpo brotaron tres pares de patas verdes, delgadas y tupidas de callosidades afiladas. La cabeza se le partió en dos para dejar salir una más grande con un par de ojos enormes. Del lomo le brotaron un par de alas arrugadas y brillosas. Su antigua piel de humano se resbaló por un costado hasta el suelo. Dio un par de pasos vacilantes, se detuvo a agitar sus alas, se hacía para delante y para atrás, como si algo lo empujara con mucha fuerza. De pronto sus patas traseras crecieron más, cuando terminaron de salir, de un sólo movimiento dio un gran salto cayendo en el mismo sitio.

Dio un par de vueltas por el patio, ahora más pequeño para él. Volteó a la ventana de la cocina, desde donde su madre le decía adiós con la mano mientras lloraba en silencio. Joaquín pegó un gran salto y se fue volando al país de los gigantes.

– Cuídate de los depredadores colmilludos del Imperio, Joaquín – dijo su madre desde la ventana, mientras le brotaban más huevesillos de la espalda­ –.

Octavio Gómez Ledesma.

08 de abril de 2004.

SE ACABÓ EL FUTBOL

Un cuento más para la banda... espero sí me lo publiquen los del día 7, ha sido muy buena su "buena onda". Sobretodo ahora que estoy a punto de terminar mi octavo libro de cuentos cortos, al cual he titulado como DIVAS... Pronto haré la presentación de éste libro, pues estoy casi seguro que muy muy pocas editoriales van a querer publicarlo... No les gustan los relatos fantásticos.

Una dedicatoria más. para el kuikue Carranco Valle Viejo... saludos carnal!!!


Se acabó el fútbol

A Enrique Carranco.

No iba a volver a jugar fútbol. Pasaría sus días en ese sitio escuchando a los demás; que desde la cocina se lamentaban por el trágico suceso. Sus voces le llegaban rebotando en las paredes del pasillo hasta su habitación, por más que ellos lo hacían casi en silencio. No le dio tanta importancia a eso, no volvería a jugar fútbol y eso lo destrozaba.

Ya había llorado en silencio durante días y a pesar de esto, una lagrima solitaria surcó su viejo rostro. Había dejado de maldecir a la vida, ahora se maldecía a sí mismo, a su estúpida suerte, a los que de una u otra manera lo mal aconsejaron. Pero sobretodo a esa mujer, a la cual le había entregado su vida, a sus hijos por igual y a su esposa también, a pesar de que se entregó a él sin pedir nada a cambio, sólo respeto.

Había intentado levantarse hacía unas cuantas horas, no ahora que el calor de la tarde era insoportable. Tanto como las voces que le llegaban desde la cocina. Enrique le había llevado unos tacos de pollo, mordió uno y no los rechazó. Los devoró lentamente, recordando un viejo sueño que desde siempre lo había inquietado.

“Se observaba andando entre calles viejas, iluminadas con la luz opaca de una luna semi-llena, deforme y lejana. Después de un par de calles giraba a la izquierda en esa esquina oscura. En ese momento deseaba descansar y se hundía en los escalones profundos de la casona, permaneció unos segundos que parecían jamás terminar. Siempre despertaba al ver la sombra reflejada en la pared que se acercaba a gran velocidad hacía él.”

Los demás en la cocina, como siempre, alegando de lo mismo. Los niños en el callejón, sólo por las tardes. Él ahí echado en su cama, que al sentirse inútil recordaba el fútbol, sus buenas épocas en el equipo del barrio, de los trofeos perdidos en apuestas de cantinas. Intentaba odiarse ahora que la vida le cobraba los prestamos.

Un par de meses atrás había perdido un pie, después de años de estar lidiando con la diabetes y poniéndole malas caras a los buenos consejos.

No va haber de otra, Carranco. Sólo se va a quedar con el pie izquierdo — exclamó fríamente el doctor López, su viejo amigo —. Se acabo el fútbol.

Octavio Gómez Ledesma.

13052009.

sábado, 19 de septiembre de 2009

ME GUSTA

Este cuento es parte del mi libro CALAVERAS que terminé en este año. Una dedicatoria en un libro de dedicatorias...
Aquí el cuento:


Me gusta
A mili
Por la década de su amistad.

Me gusta tu voz cuando se pierde en el silencio y no dices nada del amor, te tragas las palabras que crees inútiles y volteas al pasado, lo sientes perdido, una sombra vaga, un martirio en tu vida. Rechazas mi propuesta, rechazas la caricia.
Pero me gusta tu delirio, antes inocencia, antes un capricho. Hoy me pides lo imposible, que me aleje, no de ti, no para siempre, que en la esquina permanezca. Quizá mañana un beso me merezca, un abrazo y tu cariño.
Pero me gusta como te alejas a cada paso que doy. Me llevo mis errores, te dejo los tuyos, mis decisiones también las preparo para el viaje; no son buenas, pero todas mías. Me gusta tu inocencia y tu valentía. He de dejarte sola, he de emprender la huída, al olvido, a la avaricia.
Octavio Gómez Ledesma
03072008

martes, 15 de septiembre de 2009

LA SANGRE DEL SOL

Hace unos día publiqué este cuento en el semanario Día 7 del sur del estado de Guanajuato. Agradezco a Carlos Pérez Nieto por darme la oportunidad de hacerlo. Debo confesar que no me ha sido fácil publicar en otros medios impresos, pero continuo de pie en el camino de las letras...


La sangre del sol

A Enrique Carranco

Y las werejas de su vida…

“El sol muere y cae del cielo. En su agonía su cuerpo se mancha de rojo, esa es la sangre del sol, es el fuego del sol el que invade nuestra mirada. Es de respeto su decadencia, porque resurgirá ante el asombro de los mortales.”

Iba a volver a verlo, lo supo cuando dejó el libro en la biblioteca “El destino, sí, quizá eso lo llevaría hasta éste libro.” Pensó Rosa al firmar la tarjeta de devolución. Sabía que él también soñaba con la vida y que del amor era un fanático, pero no lloraba.

Había regresado a la ciudad a finales del dos mil seis, aunque sólo pasaba los fines de semana ahí. No sabía bien el porque de su regreso, caminaba por las mismas calles, plazas y callejones, buscando esa mirada, esa sonrisa, a ese niño al que quiso muchos años atrás. Esperaba encontrarlo perdido en sus mismos sueños. Ella no sabía que ahora él tenía que trabajar hasta dieciocho horas por una paga miserable. Rosa sólo recordaba su nombre, su sonrisa y los tatuajes de mugre que por sus brazos escurrían. Además del momento en que el engrane gigantesco de su mundo se detuvo. Los temblores a su cuerpo llegaron y tuvo que refugiarse tras su mascara de niña mala para evitar que él se acercará más. “Te quiero niño.” También recordaba esa frase mágica con la cual apareció la sonrisa inolvidable, después le mordió el cachete derecho, lo pellizcó y salió corriendo del salón.

Nunca dio con él, tampoco se enteró de que él soñaba con la de rubios cabellos. Nunca más vio su sonrisa.

La sangre del sol cubrió su mirada durante muchos años. Él sí encontró el libro, leyó su nombre y sin desearlo la buscó por mucho tiempo.

Octavio Gómez Ledesma

18072008

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Mes de agosto

Un día como cualquier otro en el mes de agosto: húmedo, con nubes oscuras y pesadas en el cielo, una brisa ligera y cálida, una mirada triste, la respiración acompasada de un joven fotógrafo y un presentimiento maligno que andaba sin prisa por las calles de El Escondido...

sábado, 7 de marzo de 2009

EL LADO DE LA LUNA

     En ese momento había abandonado a los demás, había preferido ir a la colina. La zona 500 se había quedado muy lejos de mi cabeza, preferí no voltear y encontrarme con los restos de los cuerpos celestes abatidos por la mirada.
     El grupo de asalto equino se encontraba muy cerca de nosotros, en poco tiempo nos habían rodeado. Escuchaba los susurros, aunque no lograba verlos, no hasta que ese lado de la luna encendió la gran antorcha. Los pude ver, en grupos de cinco. Estaba dispuesto a enfrentarlos, era mi deber proteger a los del grupo. A los que más atrás se limitaban a ver la danza del fuego, que ya había invadido gran parte de la estación.
     Me alisté para atacarlos, Ana me detuvo. No me di cuenta de que se encontraba detrás de mi. "Ven, este lugar no es seguro" y me sacó de ahí.