martes, 3 de noviembre de 2009

EL ASESINO DE COLORES

Desapués de un largo proceso, el día último del mes de octubre, terminé mi octavo libro de cuentos: DIVAS. Que a la vez es el número trece de todos los que he escrito, entre poesía, novela y cuento. Aquí un cuento para festejar este libro, un cuento de Tierra Húmeda, 2007.

El asesino de colores

Alguna vez en éste lugar, al cual tú has llamado rancho; aquí existió un hombre grande, con mucho dinero. Mucho dinero. Ese hombre, en un día de aquellos cometió un asesinato, tan brutal que la prensa internacional puso sus ojos en esta zona del bajío; en las Tres cruces. Nunca nadie había volteado sus ojos para éste lado de México, el más jodido. Ese hombre había hecho lo que nadie jamás en la vida había hecho, más brutal que cualquier otro que puedan ustedes nombrar. Fue tan horrible que tuve que aprender a olvidarlo y es por eso que ahora sólo recuerdo lo que les he dicho. Pero eso no importa, lo que pasó después sí.
Se lo llevaron a la prisión, pero a la de los locos. Ese fue su fin, ahí lo encerraron en una habitación totalmente gris, muy pequeña y fría. Un colchón viejo y roído por las ratas ocupaba todo el piso, a la vez le serviría de cama. “Aquí te quedarás para siempre”, le dijo el guardia. Sintió mucho miedo, sin embargo no lloró; antes de llegar a su celda el guardia le había dicho que había televisión. Y ahí la encontró, clavada en la pared. Al poco rato de estar ahí se atrevió a encenderla, se encontró con un televisor blanco y negro, las imágenes grises lo atraparon, ya nunca más pudo separar su vista de éste artefacto.
< Les dije todo, les conté como los colores me hacen volver loco; cometer locuras y ya lo viste que hasta maté. Todo por el color — exclamó feliz —, el color de su sangre; su carne que al morderla escupía más sangre colorada. Ahora ya no puedo verlos — dijo con tristeza —, a algún lugar huyeron, ¿a cuál? Pues pudo haber sido cualquiera. No lo sé y los extraño, he estado tanto tiempo aquí, observándote, que ahora mi piel es gris y mis ojos deben de serlo también. Tanto que me gustaba su color azul, como el mar, como el cielo; ese color tan puro. Es una lastima — una sonrisa diabólica se dibujó en su rostro —, ya esta perdida y cualquier cosa perdida no vale la pena.>
Un día pudo despertar de ese sueño larguísimo, mucho tiempo había pasado; perdió el cabello y muchos kilos; su cuerpo se había encorvado. Despertó desesperado, buscando sus colores, los de su mirada; maldiciendo a ese aparato obsoleto; buscando los colores de las cosas, pero no los encontró, ni los recuerdos con colores que alguna vez había tenido. Sólo esas plastas oscuras y deformes que andaban de un lado para otro. Ahí permaneció sin más consuelo que el de sus suspiros.
Y se preguntarán que pasó con él, y más tú que has dudado de la ficción pura de éste pueblo. Él estuvo encerrado allá en El escondido, con el paso del tiempo en su piel fueron brotando escamas grises y duras, para cuando murió su cuerpo era ya una gran roca. La cual un día apareció en éste lado, esa que ven por allá; con el tiempo ha crecido, ahora ya es un cerro. Cuando apareció todos quedamos sorprendidos, nos encerramos durante muchas semanas en nuestras casas, hasta que a alguien le dio bien por salir y fue él el que nos dijo “se ha cumplido la leyenda”, y tenía razón, la leyenda del cerro de la piedra y la piedras gris se había hecho realidad.
Y pues ya ven, sobre todo usted, las Tres cruces es un pueblo de cuidado. Ya les conté la historia del asesino de colores. ¿Les he hablado del bebe con cara de puerco, el que a su padre le decía con total cinismo “Apá, ya tengo yiente”, de ese sin vergüenza les he platicado? Pues ya es hora.

Octavio Gómez Ledesma.
11122007.

No hay comentarios: