sábado, 26 de septiembre de 2009

SE ACABÓ EL FUTBOL

Un cuento más para la banda... espero sí me lo publiquen los del día 7, ha sido muy buena su "buena onda". Sobretodo ahora que estoy a punto de terminar mi octavo libro de cuentos cortos, al cual he titulado como DIVAS... Pronto haré la presentación de éste libro, pues estoy casi seguro que muy muy pocas editoriales van a querer publicarlo... No les gustan los relatos fantásticos.

Una dedicatoria más. para el kuikue Carranco Valle Viejo... saludos carnal!!!


Se acabó el fútbol

A Enrique Carranco.

No iba a volver a jugar fútbol. Pasaría sus días en ese sitio escuchando a los demás; que desde la cocina se lamentaban por el trágico suceso. Sus voces le llegaban rebotando en las paredes del pasillo hasta su habitación, por más que ellos lo hacían casi en silencio. No le dio tanta importancia a eso, no volvería a jugar fútbol y eso lo destrozaba.

Ya había llorado en silencio durante días y a pesar de esto, una lagrima solitaria surcó su viejo rostro. Había dejado de maldecir a la vida, ahora se maldecía a sí mismo, a su estúpida suerte, a los que de una u otra manera lo mal aconsejaron. Pero sobretodo a esa mujer, a la cual le había entregado su vida, a sus hijos por igual y a su esposa también, a pesar de que se entregó a él sin pedir nada a cambio, sólo respeto.

Había intentado levantarse hacía unas cuantas horas, no ahora que el calor de la tarde era insoportable. Tanto como las voces que le llegaban desde la cocina. Enrique le había llevado unos tacos de pollo, mordió uno y no los rechazó. Los devoró lentamente, recordando un viejo sueño que desde siempre lo había inquietado.

“Se observaba andando entre calles viejas, iluminadas con la luz opaca de una luna semi-llena, deforme y lejana. Después de un par de calles giraba a la izquierda en esa esquina oscura. En ese momento deseaba descansar y se hundía en los escalones profundos de la casona, permaneció unos segundos que parecían jamás terminar. Siempre despertaba al ver la sombra reflejada en la pared que se acercaba a gran velocidad hacía él.”

Los demás en la cocina, como siempre, alegando de lo mismo. Los niños en el callejón, sólo por las tardes. Él ahí echado en su cama, que al sentirse inútil recordaba el fútbol, sus buenas épocas en el equipo del barrio, de los trofeos perdidos en apuestas de cantinas. Intentaba odiarse ahora que la vida le cobraba los prestamos.

Un par de meses atrás había perdido un pie, después de años de estar lidiando con la diabetes y poniéndole malas caras a los buenos consejos.

No va haber de otra, Carranco. Sólo se va a quedar con el pie izquierdo — exclamó fríamente el doctor López, su viejo amigo —. Se acabo el fútbol.

Octavio Gómez Ledesma.

13052009.

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