Camaleón
Mi cara ahora es redonda además de grande, antes parecía un cuadrado enorme y pesado que me deformó el cuello. En los últimos dos años mi cabeza ha crecido más, antes era como una caja, ahora ya no sé que parece pero es muy grande. No es redonda como una pelota, pero sí tiene muchas bolas por todas partes. Como las bolas de mis ojos que se han ido recorriendo hacia los costados, como los ojos de los becerros. Creo que terminaré siendo un camaleón. Tal vez es por eso que me han estado brotando pedazos de piel muy dura en la espalda.
Por las noches me da por salir al jardincito de mi madre, aunque ahora tengo que quedarme en la cama porque la puerta de mi habitación la cierran por fuera, las ventanas las han tapado con tabiques. Antes se acercaba mucha gente a verme; me tomaban muchas fotos, con ellos reía. Eso era antes, ya no, le han puesto tabiques colorados, no viene nadie a verme, la luz del sol tampoco entra.
Hay días que mi mamá me lleva al pueblo a pasear, me pone mi disfraz de conejo. Es muy divertido ir para allá, a la gente le gusta mucho mi disfraz. Los niños siempre van a mi lado preguntándome cosas acerca de éste, yo he querido prestárselos pero mi mamá no me deja. Primero me lleva con el doctor, un señor muy alto, él tiene el pelo blanco, esta muy flaco y siempre me regala paletas de dulce con chile. Después mi mamá me lleva al mercado, cuando estoy ahí me da mucha hambre, no sé porqué, será tal vez por los aromas frescos, y por los podridos también. Sobre todo el olor del jitomate podrido hace que me dé muchísima hambre. Por último vamos a visitar a mi abuela Esther, siempre termina llorando y me abraza mucho. A ella no le gusta que me quite mi disfraz de conejito, le gusta tanto como a mí. Luego me da su bendición con sus rezos que me provocan mucho sueño. Por último me regala una naranja agria, una bolsita con chile en polvo y unos chiles de árbol.
Ya de regreso en casa mi mamá me quita mi disfraz que me gusta tanto, y deja que me coma mi paleta picosita, mi naranja con chile y me prepara un caldo de verduras con mucho chile de árbol. Disfruto mucho esas comidas aunque pocas veces me las termino. Dice mi mamá que soy muy malo para comer a pesar que todo se me antoja. Cuando termino de comer me voy para mi habitación. Estando ahí lo que hago es leer, leo mucho, todos lo libros que me han regalado mi papá y mis tíos. Hay noches que no puedo dormir por estar leyendo, me la paso esperando a que salga el sol para poder salir de mi habitación y tomarme mi jugo de chiles.
Mi papá viene cada semana, aunque hay ocasiones que viene cada dos semanas. Él trabaja en El Escondido, yo nunca he ido para allá pero lo conozco por las fotos que él me ha mostrado, ya me dijo que ahora que me cure me llevará a que conozca la ciudad. Es por eso que me tomó todas mis medicinas y mis caldos con mucho chile. Mi papá me trae tamarindos picositos, también sabe que lo que más me gusta son los globos, cuando puede me compra uno. La semana pasada me trajo uno azul muy grande. Mi mamá lo amarró de un clavito en la pared. El globo es tan grande como mi cabeza, aunque sin las mismas bolas que yo tengo.
Hace poco yo parecía un globo, con mi cabeza grande y mi cuerpo flaco, ya no estoy así, bueno la cabeza continua siendo grandota pero he subido de peso. Quizá por eso prefiero estar de panza en el suelo y como siempre tengo mucho frío pues me muevo mucho. En algunas ocasiones mi madre ha entrado a buscarme y no me ve, tengo que moverme de mi lugar o me patea. La primera vez que no me vio la tumbé, yo me encontraba dormido en el suelo, al no verme por ningún lado comenzó a caminar como desesperada y se tropezó conmigo. Ahora ya entra con una vara larga con la cual le pega despacito al suelo, me hace muchas cosquillas cuando me golpea en la espalda, ha de ser para que me despierte.
Durante el día duermo más que por la noche. No sabía por qué hasta ayer que me puse a pensar que en el día no hay cucarachas, ni arañas, ni alacranes, a los grillitos no me los como. Las cucarachas están más buenas, los demás insectitos también pero las cucarachas son mis favoritas. En mi cuarto hay muchas así que por las noches como mucho, con chile están más buenas, crujientes, con relleno saladito…
— Espera, creo que me has platicado suficiente — el médico tomó su bolígrafo e hizo anotaciones en su cuaderno —, tienes muy buena memoria, eso me alegra.
— Él esta consiente de su condición — exclamó su mamá —.
El médico se levantó de la silla, de su escritorio tomo un libro grande, lo hojeó y se los mostró.
— Esto es su hijo o puede llegar a serlo, yo les recomiendo que lo dejen aquí con nosotros en el Instituto, aquí recibirá el mejor trato por parte de todo nuestro equipo y además de recibir una buena educación tendrá muchos amigos como él, aquí nadie va a rechazarlo. Ustedes podrán visitarlo los días que gusten.
Israel ahora vive en el Instituto, en donde hay niños como él. Y aunque en veces extraña mucho su cuarto, las cucarachas crujientes y saladitas, su disfraz de conejito y a sus padres que siempre lo procuraban; ahora tiene amigos. Unos con orejas muy grandes, otros con panzas enormes y ojos saltones. Algunos ya son insectos o roedores. Él no sabe bien que es.
— Parezco un camaleón y cuando me detengo nadie me ve.
Octavio Gómez Ledesma
23112007
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