Los ojos del perro
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Hoy la vida me prestó tres pesos, le hablé al oído con la voz suave que le encanta, mañana ha de pedirme cinco varos de interés. Gastaré los tres pesos en regalos estúpidos, en flores de papel de boletos a ninguna parte, compraré nieve de Huanímaro y una paleta de fresa con una capa extra gruesa de chocolate dulce, pagaré los raítes a todas partes y sin rumbo fijo, no importan los cinco varos de interés diario, no porque ahora tengo tres pesos prestados.
Es en estos momentos cuando un grito es un susurro y destroza el cráneo, y ahí se encuentran los ojos del perro, observando atentos sin perder el más mínimo detalle de mi captura. Las manos prietas juegan con mi cara deformándola, vistiéndola de sangre. Toman mi cuello, lo estrangulan con las caricias mágicas de tantos años, las manos del mago son ágiles, preparadas para lo peor. Manos prietas que enmudecen los reclamos de mi gente, manos culpables de tanta miseria, del gran abismo en el cual también se encuentran sumergidas.
Mi boca es un caracol, es una coliflor, un volcán vivo eructando la sangre histórica de un pueblo invencible. Boca impaciente que del silencio no es partidaria, lengua bífida, lengua de serpiente venenosa, sus palabras no ocultan lo que la mirada retiene. Mi boca es el escondite de la rabia y la humillación, es el bendito monasterio que alza sus paredes con palabras que son reclamos, que son propuesta, es el sitio ideal para esconder los dientes.
Las manos prietas acariciando mi estomago, la espalda, los huesos son un costal sin forma y los ojos del perro atentos, observando una victima más en el juego de la vida. La boca eructando sangre y la cabeza procesando ideas.
Hoy la vida me prestó tres pesos y jamás dejará de estafarme.
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