Siete meses han transcurrido y ahora soló faltan cinco días con veintidós horas para festejar los primeros treinta y cinco años de vida.
FUIMOS, SOMOS
Y SEREMOS
Somos tan jóvenes como cuando
comenzamos y tan niños como hace treinta y tantos años. Somos tan inmaduros e
inquietos como cuando la vida era un juego divertido que nos invitaba a hurgar
entre lo misterioso de sus pliegues olor a fruta y flores frescas.
Somos tan amigos como cuando dejábamos
de hablarnos en los años de la pubertad y adolescencia, ya más reciente,
enemigos al obsérvanos de frente y pedirnos perdón por todo, sujetándonos en un
insoportable abrazo del resto de nuestra vida, sin dejar de repetirnos frases
hermosas de antaño, de amor y esperanza.
Somos tan humanos como cuando pensábamos
que no lo éramos, y nos sentíamos tan elevados como cualquier ser del reino
animal, como una poderosísima hormiga levantando objetos hasta más de cincuenta
veces su propio peso o un colibrí volando cerca de las flores del jardín, batiendo
sus alas hasta cincuenta y cinco veces por segundo, pareciendo deseoso del que
considera delicioso néctar.
Somos tan valientes como cuando
decidimos por vez primera enfrentarnos a las siempre sabias palabras del
destino y decidimos jamás caer en sus pronósticos fatalistas, parecidos a las
alturas engañosas del naranjo septuagenario que plantó el abuelo paterno en la
casa de la calle Juárez.
Somos tan fértiles como las tierras
negras de los tíos maternos, en donde cultivan los alimentos para bestias,
humanos y animales.
Somos tan tacaños y dadivosos como cuando la vida nos reta a continuar para
delante, dejándonos sin pesos ni estorbos, después, ya por último, un respiro
nos otorga al presentarse la caída.
Somos tan dóciles como el humano
doblegado ante la fría mirada del miedo ardiendo en su interior, pero con la
bravura de nuestro lado animal lanzándonos al vacío en una batalla sin final.
Después de treinta y cuatro años con ciento
cincuenta y dos días con ocho horas sintiéndome, viviéndome, disfrutándome, y otorgándome
todo lo necesario para llegar a este día, te recuerdo en el primer segundo de
vida, en el primer instante de amor por esta misma y el llanto que desde ese
miércoles veintitrés de septiembre de mil novecientos ochenta y uno, nos ha
venido acompañando tan sólo para recordarnos que estamos vivos.
Somos tan Octavio y tan Alejandro
como hemos decidido ser, a cada minuto cambiamos la ruta, como los Gómez y los
Ledesma, dejando un laberinto de andanzas y estrellas negras al paso de los
años.
Pero bien sabemos que tan sólo somos
un respiro caliente uniéndose en donde el cuerpo toma fuerza para continuar.
Octavio Alejandro Gómez Ledesma.
21022016.